La actual ciudad de Málaga, volcada hoy día a la playa y al turismo tiene un importante pasado industrial. Diferentes familias de renombre se instalan en nuestra ciudad, a finales del siglo XVIII, para aprovechar los recursos que esta ofrece. Se fundan industrias de diferente tipo, destacando los altos hornos metalúrgicos de la familia Heredia.

Este fervor industrial hace que Málaga crezca a gran velocidad, llega población de toda la provincia e incluso de otros lugares de España, desde ricos industriales a humildes obreros.

El barrio de El Bulto, fue construido a instancias de Manuel Heredia para alojar fundamentalmente a los trabajadores de su ferrería “La Constancia”. El barrio estaba poblado a la par de viviendas de obreros de las industrias colindantes y de las viviendas de los marengos que se agrupaban junto a la franja costera de las playas de San Andrés. Los empresarios disponían ahí de amplios y baratos terrenos para edificar fábricas. Este era un lugar privilegiado pues estaba a suficiente distancia del centro para no causar molestias, y cerca del puerto y de la estación de ferrocarril para permitir un mejor abastecimiento.

Doña Trinidad Grund y Cerero, viuda del industrial Manuel Heredia Livermore, lleva a cabo las disposiciones del testamento de su marido, en el que aparece el deseo expreso de “que no más tarde de cinco años, se destinara una partida de veinticinco mil reales de vellón anuales, para la creación y mantenimiento de una escuela en la que puedan formarse los obreros, los hijos de estos y sus viudas”. Sin duda fue precursor de una idea que ha sido desarrollada a partir del último tercio del siglo XX cuando los empresarios comienzan a valorar la formación como una inversión apropiada, para así poder cumplir con el objetivo del incremento de la eficacia de la organización.

Doña Trinidad funda en 1859 el Asilo San Manuel, cuyo nombre se elige en recuerdo de su esposo. Así pues, el 3 de mayo de 1859 inicia su actividad el Asilo de San Manuel acogiendo en principio treinta y seis viudas con sus hijos proporcionándoles alojamiento, alimento y todo lo necesario. Trinidad Grund decide poner la obra en manos de las Hijas de la Caridad que han probado su eficacia, buen hacer y amor a los pobres en la gestión de la cercana Casa de Socorro, igual que en otras numerosas obras. Trinidad Grund con sus deseos y Sor Navarre con su entusiasmo, trabajando juntas hacen que pronto la obra se amplíe creándose un obrador externo, una clase de niñas y un parvulario de niños, que es de los primeros de este género en la ciudad de Málaga.

Se decide formar un internado para huérfanas de padre y madre hasta el número de 60 que permanecen en el centro hasta los 21 años. Su manutención debe pagarse parte con el producto del trabajo de las mismas y parte con la donación de la fundadora. A la salida reciben una dote proporcional al tiempo que han permanecido en el asilo y ganado con su trabajo. Así no solo se las mantenía y formaba sino que se buscaba su promoción a nivel humano y profesional, para que alcanzada una edad, fuesen autónomas para poder salir adelante por sus propios medios. De ellas 25 se quedaron en la casa para formar un taller de encajes que llegó a ser una especialidad muy valorada por las damas de la burguesía malagueña.

Posteriormente se organizó un lavadero y un planchador para las mujeres que estaban desempleadas. Poco después comienza la visita a domicilio a familias necesitadas y a continuación se abre una escuela dominical para chicas y chicos de la fábrica.

Hasta el año 1884 se mantiene el Asilo con cierto confort y a la vez sencillez, pero al verse mermados los bienes de la benefactora comienza a decaer, pero el ánimo y la fe de Doña Trinidad y Sor Navarre no decae y plantean formar una sociedad de señoras llamada del Santo Ángel Custodio para la protección de las clases externas y la alimentación de los párvulos.

La obra continua con la misma filosofía de dar respuesta a todas las necesidades que se puedan plantear en el barrio y aumentando su acción a otras zonas de la ciudad. En el año 1916, en el Boletín Eclesiástico Oficial de la Diócesis de Málaga encontramos referencia de todas y cada una de las obras que se llevan a cabo en el Asilo de San Manuel diciendo:

Escuela de Párvulos con una matrícula de 450 niños y niñas a los cuales se les sirve una comida diaria.

Escuela gratuita para niñas pobres externas, que cuenta con seis clases, a ella asisten 260 alumnas, entre 5 y 16 años que reciben formación de cultura general y costura.

Gota de Leche, cuya finalidad consiste en dar leche que prescribe el facultativo a niños de pecho, hijos de madres pobres que no pueden criarlos.

Casa Cuna, con el patrocinio de la Marquesa de Larios, donde se atiende a los hijos de las obreras de la Industria Malagueña.

Escuela Dominical y Clases Nocturnas para adultos, para atender las necesidades de formación de los trabajadores de las industrias del barrio.

Patronato de jóvenes y Congregación de Hijos de María: Dos asociaciones de los que fueron educados en el Asilo y que conservan el amor que merece la casa que fue su segunda madre en la que se reúnen los domingos y días festivos para atender a su recreo honesto y educación cristiana.

A partir de 1937 se incrementan el número de clases y se matriculan unos 800 alumnos, algunos de ellos cursan Formación Profesional.

En 1946 se firma un acuerdo con el Servicio de Reaseguros de Accidentes de Trabajo, y se internan 60 huérfanas de toda España.

En 1964 el centro obtiene la categoría de Reconocido Elemental para Bachillerato Técnico y en 1967 se le reconoce como Colegio de Enseñanza Media para Bachillerato General con una matrícula de 277 alumnas entre ambas especialidades.

Con la llegada en 1970 de la ley de Educación General de Villar Palasí tendrá lugar la conversión del centro en un colegio de EGB y en 1990 se transformará, para adaptarse a las exigencias de la LOGSE, en un Centro Concertado de Enseñanza Infantil, Primaria y Secundaria.

En estos 160 años de camino, lo que ha permanecido desde siempre es el carisma de Vicente de Paul y Luisa de Marillac, su fe, su impronta, su estilo y su filosofía de vida: romper moldes en la lucha por la justicia social, poniendo siempre por delante el amor y el respeto al otro.

Aspectos que se han vivido desde siempre y que ahora se reflejan en nuestro Carácter Propio como Centro Educativo Vicenciano:

Desde el convencimiento de que son las personas quienes le dan la vida al centro siendo la atención preferente a los alumnos y a sus familias uno de nuestros rasgos más característicos.

Desde la seguridad de que educar es humanizar, creer y confiar en lograr engrandecer en todos los alumnos y alumnas, el potencial de ternura, de inteligencia, de sensibilidad y de solidaridad.

Desde la confianza en que los valores del evangelio pueden transformar el mundo, haciéndolo más generoso y más acogedor, para poder sentir que merece la pena nuestra existencia.

Desde la apuesta por lograr la integración social de nuestros alumnos y alumnas, la sensibilización por los necesitados y la valoración del saber como medio para servir mejor a los demás.

Y seguiremos Educando para la Vida… Deseamos que el Colegio San Manuel continúe siendo un lugar de experiencia.

Hablar de experiencia es hablar de vida, de dinamismo emocional y racional, pues ningún apartado de nuestra personalidad y de nuestra vida queda al margen al entrar en el aula donde convivimos con el pensamiento y con los sentimientos de los demás.

Una experiencia que en la escuela vicenciana se hace realidad mediante:

La experiencia de la solidaridad: El aprendizaje más importante es el humano, entendiendo las asignaturas como instrumentos, más que como fines, para construir actitudes y modos de responder ante la vida. La experiencia de la solidaridad es desarrollar pasión por la vida, manifestada en valorar, respetar y sentir ternura hacia la existencia de los otros y de uno mismo.

La experiencia de la interioridad: Descifrar, a través de los conocimientos y saberes el sentido de la vida, valorar y disfrutar de la belleza que existe y que somos capaces de crear. Creemos que la oración, reflexión y el sentido transcendente pueden ayudar a lograrlo.

La experiencia de las relaciones interpersonales: El conocimiento desarrolla la conciencia y así sabemos que nuestros comportamientos, actitudes y elecciones tienen consecuencias muy diversas tanto para nosotros como para los que están cerca y lejos. Favorecer la respuesta ética ante la realidad, las actitudes y los comportamientos para que sea siempre humana y humanizadora. Apostamos por el dialogo como el mejor medio para lograrlo.

La experiencia de la naturaleza. Sin duda uno de los valores fundamentales de nuestra cultura hoy, es la conciencia ecológica. Cuidar lo que hemos recibido, amarlo, mejorarlo y compartirlo con generaciones futuras es todo un reto donde desarrollar al máximo todas nuestras capacidades.

Pueden parecer tareas difíciles pero nos animan 160 años de historia y logros. Y sobre todo nos impulsa la fuerza de la experiencia y la fe en que:

“El Amor es creativo hasta el Infinito”